A pesar de todos los errores, el hombre no puede librarse por completo de la idea de Dios. A veces ni siquiera puede evitar que se le escape de los labios su nombre, que está por encima de todo nombre, aunque muchas veces se haga de modo inconsciente. Es bastante conocida la anécdota del político republicano francés del siglo pasado, León Gambetta, quien en cierta ocasión declaró: «No podéis imaginaros cuánto esfuerzo me ha costado eliminar de mis discursos la palabra Dios. Pero por fin, después
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